La motivación del primer día



Cualquier motivo es bueno para comenzar a practicar deporte: conocerse mejor, salir de la rutina, hacer nuevas amistades...

Como para todo, comenzar a realizar una actividad que se continúe en el tiempo puede tener miles de motivaciones, en el caso de realizar en deporte puede ser desde una promesa, adelgazar, conocer gente o incluso matar el tiempo libre de una manera entretenida, en mi caso fue por una parte esto último y por otra el desquite por ser mal estudiante, que no aprendiz, lo que ocurría era que ya tener que aprenderme algo tan bien como para aprobar un examen ya no me gustaba tanto, eso sí, la idea general la tenía.
En realidad lo que importa es comenzar a hacer una actividad física porque es algo de lo que nunca vas a arrepentirte y aunque no perseveres en ello o tus resultados sean modestos, siempre se recuerda con satisfacción.
Según iba diciendo cuando tenía 13 años, me iba mal en los estudios, lógicamente, tenía que aprender cada más cosas y hasta el momento había tenido buenas notas sin necesidad de ello. Por lo tanto, el tortazo estudiantil del último curso de básica fue grande. Supongo que por mi inquietud natural necesitaba demostrarme que podía hacer algo bien por mi mismo, y como era un chico débil y delgaducho me dispuse a hacer ejercicio en casa subiendo y bajando la cama retráctil de muelles, hacer flexiones y abdominales.
Por aquel entonces subía mucho al monte a observar animales, charcas y reptiles, y con eso y con la bicicleta en verano empecé a hacer pierna, también mantenía las flexiones de brazo y abdominales que daban unos resultados más llamativos porque formaba espalda, brazos y abdomen, por lo que en poco tiempo me fui haciendo conocido por mi físico, mis compañeros de clase que antes jugaban al fútbol ya iban dejándolo y ni mucho menos hacían una preparación física adecuada. Sin embargo mi temperamento era tímido, y no supe sacarle un buen partido al instituto, pero ese ya es otro tema. En unos pocos años yendo al monte unos tres días por semana y haciendo ejercicio en casa, se me ocurrió que la mejor manera de visitar toda la superficie que hasta entonces hacía andando en una tarde era corriendo, como hacían otros con los que me cruzaba, tardaría hora y media, mi forma física mejoraría aún más y tendría más tiempo por la tarde para hacer los deberes de clase y estudiar.
Y así me fui involucrando más en las carreras, conociendo amigos que me introdujeron en las competiciones populares de mi ciudad y un poco después en las federadas y los campeonatos provinciales de campo a través, pista y reuniones deportivas.
Aunque para esto último ya tuve que apuntarme a un club y disponer de un entrenador del que aprendí a prepararme, y con el tiempo por mi cuenta realizando cursos de entrenador de atletismo y preparador físico con igual éxito.
Durante todo ese tiempo experimenté sobre cual era la forma de vestir más práctica para hacer deporte en cada época del año, qué comer, la calidad de la alimentación y cómo usarla en mi beneficio, conocí a personas apasionadas en su disciplina, muy buena gente de toda España de los que aún sigo siendo amigo aunque no nos veamos tan a menudo, visité muchos pueblos y ciudades y acumulé multitud de pequeños trucos que hacen que el entrenamiento diario sea algo divertido, bonito y sobre todo entretenidísimo.
Un sin fin de experiencias que hacen que ahora, después de tantos años en la brecha mantenga la ilusión del primer día por mejorar, por mantener la forma, por recuperarla, y en definitiva, me hacen vivir una pequeña aventura cada día consistente en la lucha de mi cuerpo contra el viento, el sol, la lluvia, la noche, animales salvajes o la exploración de nuevas rutas de entrenamiento.
Ahora mismo, a parte de todo esto soy entrenador personal y contagio mis ganas de hacer deporte a todos mis alumnos que mejoran sus cualidades físicas rápidamente.

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